Hoy vamos a tomarnos a risa una situación que no tuvo nada de cómica y que nos aconteció no hace mucho en un hotel en Asturias durante una boda. El lugar en cuestión tiene un maravilloso jardín donde se pueden celebrar ceremonias civiles en un entorno inigualable. Vaya por delante decir que la situación no tiene nada que ver con la dirección del hotel, unas personas encantadoras que hacen que trabajemos como en casa cada vez que vamos allí.
Pero, ¡ay! hoy en día, en las bodas aparecen muchos «jefes». Algunos, incluso, mandan más que los novios. En este caso, el trato con la pareja fue muy cordial: nos expusieron sus preferencias, nos dieron el listado de temas, nos pusieron en contacto con la maestra de ceremonias, se preocuparon de que lo tuviéramos todo preparado… Una pareja de 10. De hecho, ni saben esta historia porque entendimos que no era cuestión de preocuparles el día de la boda.
El día en cuestión montamos el equipo. Ahí nos pusimos, como siempre, en un segundo plano: ocultos para los invitados, pero desde donde pudiéramos controlar tanto la llegada de los invitados como a la oficiante y los novios una vez iniciada la ceremonia. Porque ni somos los protagonistas, ni lo queremos ser. Discreción y eficacia. Lo único que se nos pide cuando trabajamos como djs en estos casos.
Y entonces llegó «ella». Ni se presentó ni dijo buenos días. Nos espetó un «esto no puede quedar aquí, osea, porque la gente puede sacar fotos ¿sabes? y esto queda feo, osea». Después de tragar saliva y mordernos la lengua, solo le dijimos «Ya, pero es que somos los que llevamos el sonido de la boda y necesitamos un sitio para trabajar, no nos podemos borrar». Muy bien no le pareció, porque salió de allí mascullando entre dientes. En más de una ocasión nos hemos quejado de los que, más que en trabajar, se preocupan de que los demás no trabajen. Repetimos: la cuestión no tenía que ver con el hotel (bastante sufrieron ellos) ni con los novios, encantadores todo el día. La cuestión vino por uno de los múltiples intermediarios que aparecen ahora en las bodas. En el peor de los casos, se creen con mando en plaza y no se dan cuenta de que son un proveedor más, y que están al nivel de fotógrafos, djs, etc. Por cierto, «aquello» que molestaba a la vista era esto:
En fin… algo que mide 1,50 metros de largo, que no se ve desde los bancos de los invitados y que está compuesto por materiales de aspecto profesional no debería molestar a nadie. A veces confundimos términos, como «estética» y «estático». En las bodas hay gente que trabaja (fotógrafos, djs, maitres, camareros) y que no puede estar estático. Intervendrá en el cuadro y entrará y saldrá de él. Una boda es un evento vivo, no un fondo para una foto… Pues esto que aparece en la foto parece que no era «cool» para la boda.
Asumir galones por las bravas tiene sus riesgos. Quizás con nosotros pinchó en hueso, quizá otra persona se hubiera avergonzado de trabajar. Nosotros, no. Además, cinco minutos después nos dimos cuenta que el criterio no estaba muy claro. El equipo de sonido molestaba para la estética y las fotos. A lo mejor un paquete de arroz no lo hace. ¿Arroz? Pues sí, porque los invitados buscaban más la funcionalidad que la estética y, oye, lo de estar toda la boda sujetando un paquete de arroz es incómodo. Así pues, lo posaron en el sitio más a mano que encontraron. ¿Sabéis cual? Efectivamente:
Y ahí quedó el arroz hasta el final de la ceremonia. No se puede ir contra la lógica. No es un plató de cine ni un escenario para un anuncio, ni los invitados son actores. Son personas y se comportan como tal. Repetimos: las bodas son eventos vivos. No permitamos que unos criterios estéticos impidan que se desarrollen con fluidez. Las personas que celebran la boda no van pensando en la foto, van pensando en disfrutar. Nunca deberíamos olvidarnos de esto.